En lugar de tribu hay sólo un padre*

Todas las madres con niños pequeños necesitamos sostén, acompañamiento,
solidaridad, comprensión y resguardo de otros miembros de nuestra tribu.
Pero claro, en el mundo occidental -especialmente en las grandes ciudades-
nos hemos quedado *sin tribu*. Emprendemos la búsqueda solicitando apoyo y
lo que encontramos más cerca es al señor que duerme en nuestra cama, que en
la mayoría de los casos ha sido nombrado padre oficial del niño.
Llamativamente *suponemos* entonces que toda la compañía, el cobijo, la
ayuda, la disponibilidad y la empatía que *una tribu entera nos hubiera
prodigado*, ahora debería provenir de *una sola persona: el padre del niño
*. Tomemos en cuenta que una cosa es la inmensa necesidad de ser amparadas
frente a la desesperación, la locura y las vivencias confusas que estamos
experimentando desde el nacimiento de nuestros hijos, y otra es *lo que un
solo individuo puede ofrecer, reemplazando los roles de muchos*.

Cuando no vislumbramos nuestra realidad en forma global, creemos que las
cosas se solucionarían si el varón regresara más temprano a casa, si
cambiara los pañales de vez en cuando o si ganara más dinero. Es tiempo de
admitir que *somos sólo dos personas* -nada más que dos- y que tanto las
madres como los padres estamos demasiado solos en la compleja tarea de
acunar a nuestros hijos. Si la realidad es tan desventajosa, compartamos lo
que nos pasa, conversemos y decidamos juntos a quiénes pedir ayuda.
Inventemos una red amorosa donde haya un lugar destacado para los niños.
Ofrezcamos una sonrisa, un libro, un dato valioso a otras madres. Abramos
nuestras casas, cocinemos algo delicioso, invitemos a otros adultos con
niños a visitarnos. Si participamos en la construcción de una tribu moderna,
dejaremos de culpar a nuestra pareja. Y aparecerá la virilidad que estábamos
reclamando.
*Laura Gutman*

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